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domingo, 6 de septiembre de 2009


Para mantener alejado el mal, la ilusión de vencer las influencias malignas, la humanidad ha inventado ritos, ha creado objetos y ha recitado invocaciones con la esperanza de alejar los demonios; cualquier espíritu diabólico que ronde una casa con una imagen apotropaica en la entrada sabrá que deberá buscar otra, libre de esa protección. En algunos pueblo de Aragón y Castilla existen junto a las iglesias o como parte de las mismas, un espacio llamado conjuradero donde el cura reza el tentenublo con el fin de alejar lo maligno personificado en el pedrisco que arrasa cosechas. En el Ampurdán, en los pueblos del Pedraforca, y en la mayoría de pueblos levantinos, se pintaban las ventanas y las puertas con añil para ahuyentar las brujas.




En las iglesias, de cualquier confesión, las piedras sirven para erigir esculturas que la protejan o para gravar en ellas oraciones y conjuros que convierten el edificio en una templo sagrado a salvo de todo mal. En los juegos infantiles, sea aquí o en oceanía, los niños marcan un espacio simbólico donde se refugian para evitar ser alcanzados por el espíritu que acecha para llevárselo, el hombre del saco, el sacamantecas, la bruja pirula o el espíritu del tigre .


Ilustraciones:
Pintura de William Blake.
La Virgen de las rocas - detalle del ángel. Leonardo Da Vinci
Invocación de El Zohar.
Gárgola de la iglesia de Chartres.