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domingo, 16 de enero de 2011

Abro este post con la Melancolía de Durero, una de las tres estampas alegóricas del pintor alemán, más misteriosa y simbólica. El grabado está encerrado en un espacio de 31 cm de alto por 26  cm de ancho y en él, amontonados y en desorden  hay un buen catálogo de elementos que parecen puestos allí para que puedan devanarse los sesos  semiólogos y otras especies en los siglos venideros.  Melancolía es un ángel, una mujer con alas y  gesto enfurruñado que sostiene un compás con la mano; un niño sentado sobre una piedra de molino, un perro en los huesos y en el plano superior al ángel, objetos que poseen una carga simbólica que invita a descubrir mensajes ocultos o, al menos,  reconocer el propósito del pintor de mostrar un estado anímico, la melancolía, rodeado de objetos propios de actividades racionales  y técnicas; vemos un enorme poliedro tras el que aparece un crisol y  se  mezclan los objetos con lo irracional, representado, por ejemplo,  por el cuadrado mágico cuyas cifras, sumadas, siempre dan el mismo resultado: 34.  La Melancolía ilustra el primer capítulo del libro de Ernest Jünger, El Libro del Reloj de arena, una lectura que he disfrutado durante los primeros días de este año, siguiendo el consejo de un amigo asturiano, a quien agradezco su siempre acertado criterio literario. Si observamos el grabado de Durero, vemos el reloj de arena acompañado de  la balanza, una campanilla y el cuadrado mágico. Alegorías, imágenes que, como bien expresa Jünger, no están sometidas a ningún orden jerárquico. ¿Qué representa el reloj de arena?  es el  esmerado símbolo del Tiempo, el concepto puro que ignora las divisiones creadas para referirnos a las actividades cotidianas;  el Tiempo que se escapa y que perdemos -o tal vez ganamos con el transcurrir de los días- el que nos entristece y nos proporciona alegrías, cuando comprendemos que todo esfuerzo y sufrimiento  acabarán un día,  pues el reloj de arena, los granos minúsculos de tiempo se deslizan sin descanso hasta consumir el último segundo. Nuestra existencia  está dominada por un tiempo mecánico,  alejado   del   que marca las ampolletas en las que la arena se escurre y marca  el instante elemental, propio de la naturaleza que, a diferencia de los relojes actuales, nos promete una contemplación amable y sosegada de un tiempo sin segunderos ni minutos que destierra  el frenesí del cronómetro. 
 

Melencolia 1,  Alberto Durero, 1514.

Tiempos Modernos, Charles Chaplin, 1936. 
  

viernes, 5 de junio de 2009





Ehrich Weiss, hijo de un rabino de Budapest, huyó a los nueve años de su casa para unirse a un circo ambulante y por si ese trabajo no fuera suficiente, a los once años se hizo cerrajero. A las habilidades innatas del hijo del rabino se añadió el meritoriaje en un oficio que más tarde le sirvió para convertirse en el mejor escapista de la historia. No había cerradura que se le resistiera. El ilusionista cambio su nombre por el de Harry Houdini, inspirado el nombre artístico por el mago francés, nacido en 1805, creador de muñecos autómatas y relojero de profesión Jean Eugène Robert Houdin que murió en 1871 y autor de la reparación mecánica, en 1865, de La joueuse de Tympanon, una extraordinaria creación que había pertenecido a María Antonieta.
El famoso Harry Houdini fue un excepcional criptólogo, desveló la falsedad y la estafa de los mediums y del negocio espiritista tan de moda a principios del siglo XX. El 1 de noviembre de 1926 Harry Houdini moría víctima de uno de sus desafíos: un boxeador le golpeó el abdomen a instancia del propio ilusionista, unos días más tarde fue ingresado en el hospital donde se comprobó que el golpe le había roto y gangrenado el apéndice.

Fotos, Library of Congress.
Imagen de la Joueuse de Tympanon Conservatoire National des Arts et Mètiers de France